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lunes, marzo 17, 2025

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Sala llena para la nueva obra de Yenny Sánchez: "Me enamoro todos los días"

Con una sala llena y una ovación que resuena como un aplauso a la valentía artística, "Me enamoro todos los días" ha llegado para quedarse en el panorama teatral de Chía, y promete traspasar las fronteras locales. 

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La nueva obra de Yenny Sánchez, aclamada por su audacia y autenticidad, es una pieza que invita a repensar lo que entendemos por amor, deseo y libertad. En su mirada, profundamente introspectiva y arriesgada, se desmantelan las estructuras preestablecidas que solemos aceptar sobre las relaciones humanas. Y es que, en este montaje, Yenny nos ofrece mucho más que una simple puesta en escena: nos regala un acto teatral que toca lo más profundo del ser, que desvela nuestras contradicciones más ocultas y que, sobre todo, nos hace cuestionar nuestra concepción del amor.

"Me enamoro todos los días" no es solo una crítica a la monogamia o a las convenciones sociales del amor; es un viaje hacia lo más visceral del ser humano. A través de dos intérpretes —Yenny Sánchez y el actor Cristian Tamayo— la obra expone un sinfín de emociones crudas y humanas, que oscilan entre la vulnerabilidad y la fuerza. La obra juega con las sombras, no solo como un recurso estético, sino como un símbolo poderoso de todo aquello que permanece oculto en los vínculos afectivos: lo que no se dice, lo que no se ve, lo que habitualmente escondemos de nosotros mismos y de los demás. El silencio, tan característico de la obra de Yenny, es otro de los elementos fundamentales que enriquece esta experiencia. El vacío de esos momentos nos obliga a mirar dentro de nosotros, a enfrentarnos a nuestras propias inseguridades, miedos y deseos reprimidos.

Lo que "Me enamoro todos los días" logra con maestría es crear una atmósfera incómoda pero cautivadora. La incomodidad no solo es un recurso de tensión dramática, sino una invitación a confrontar lo que pensamos sobre el amor y la libertad emocional. En lugar de ofrecernos una historia convencional, Yenny nos invita a una reflexión sobre la naturaleza misma de lo que significa amar. ¿Quién es el que ama? ¿Es una construcción social impuesta por los prejuicios y las expectativas de la educación recibida? ¿O es el cuerpo, el ser animal que reside en cada uno de nosotros, el que verdaderamente define cómo nos relacionamos con los demás? Estas interrogantes desnudan el mito del amor romántico eterno, ofreciendo una visión del afecto como algo mucho más complejo y lleno de matices.

Lo más fascinante de esta obra es cómo Yenny Sánchez no solo plantea preguntas, sino que, a través de su escritura y dirección, las lleva más allá, nos hace ver que el amor no es algo que se define por normas, ni por reglas preestablecidas, sino que es un proceso, una experiencia en constante transformación. En la obra, se deshace la imagen del amor como un acto perfecto e inmutable, y se nos presenta en su forma más real: una serie de decisiones diarias, de encuentros y desencuentros, de deseos y contradicciones.

El trabajo actoral, tanto de Yenny Sánchez como de Cristian Tamayo, es una maravilla. Ambos intérpretes logran construir personajes profundos y complejos que nos invitan a mirar más allá de lo que se dice en el escenario. A través de sus gestos, sus silencios, sus miradas, el público es testigo de un proceso emocional tan genuino que resulta imposible no sentirse parte de él. La química entre ambos actores es palpable, lo que hace que la obra fluya con naturalidad y profundidad, sin perder en ningún momento la intensidad emocional.

La música de Hernán Sánchez complementa la atmósfera, agregando capas de emoción y tensión a los momentos más delicados de la obra. La música no solo es un acompañamiento, sino que se convierte en otro lenguaje que interactúa con el texto y los movimientos de los actores, amplificando el impacto emocional del montaje. La composición musical eleva la puesta en escena, sumergiendo al espectador en un espacio sensorial donde el sonido, el silencio, las sombras y la luz se combinan para crear una experiencia total.

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Lo que verdaderamente hace de "Me enamoro todos los días" una joya del teatro es su capacidad para tocar temas universales con una autenticidad impresionante. Esta obra no es solo una representación teatral; es un espejo en el que nos vemos reflejados, cuestionando nuestras creencias más profundas sobre el amor, el deseo, la libertad y la identidad. Es un montaje que no solo genera conversación, sino que provoca un cambio en la forma en que percibimos nuestras propias relaciones y, tal vez, nuestra visión del mundo.

Con una propuesta tan arriesgada, novedosa y profunda, no es de sorprender que las boletas se estén agotando rápidamente, y que el público de Chía, y de más allá, se sienta atraído por la obra de Yenny Sánchez. Su trabajo continúa creciendo, y "Me enamoro todos los días" es una muestra más de la riqueza artística que nos ofrece. Es un espectáculo que no solo te hará pensar, sino que te hará sentir de manera visceral. Y como todo gran teatro, no deja indiferente a nadie: incomoda, desafía, emociona, y, sobre todo, transforma.
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